En el corazón de la Habana Vieja, justamente en la calle Villegas esquina Teniente Rey, se encuentra Clandestina, una tienda-taller pintada toda de blanco en un paisaje descolorido y deteriorado.
Casi cuatro años han transcurrido desde que la cubana Idania del Río y la española Leire Fernández lanzaron un negocio que quiere ser económicamente sustentable. Decidieron apostar por aquello que otros desechaban. Fue sobre la base de esas ideas que comenzaron a trabajar con el Vintrashe, quizás la más auténtica de todas las líneas que produce y comercializa Clandestina.
“Producir ecológicamente forma parte de nuestra manera de pensar y asumir el negocio. No vemos con buenos ojos botar basura que puede ser reutilizada; apostamos por reciclar, en el concepto más amplio de la palabra, para dar un nuevo ciclo de vida a esa pieza en la que ya nadie pensó. Ese es el sello de Vintrashe”, explica Idania. “En esa línea de producción utilizamos un concepto muy empleado actualmente en el mundo de la moda, el upcyling, que no es más que trabajar sobre la base de materiales ya elaborados y darles un nuevo uso”.
En su contexto, Clandestina es pionera en transformar lo viejo en nuevo, en proponer diseños únicos para cada pieza que se comercializa. Todavía a estas alturas no pueden disponer de toda la materia prima en la que se pensó para cada trabajo.
Hoy, según refiere Idania, la producción se adecua a lo que pueden encontrar gracias a sus contactos en las tiendas de ropas de donación, que en ocasiones colaboran anunciándoles la llegada de nueva mercancía.
De acuerdo con la joven emprendedora, en 2007 el 80 % de los productos de Clandestina formaban parte de la línea Vintrashe. Sin embargo, afirma que se impone perfeccionar los materiales de forma individual, “porque cada pieza es única y merece un tratamiento especial para garantizar la calidad de lo que se ofrece”.
La diseñadora gráfica sabe también que no a todos les gustan sus ofertas. “Reciclar viejas prendas de vestir para transformarlas en nuevas es una iniciativa que todavía algunas personas no aceptan y por tanto, tampoco comprenden la relevancia del trabajo. En Cuba es una opción más, que necesita tiempo, espacio y familiarización cliente-producto para que sea asimilada y disfrutada”.
El precio final de las piezas depende de los gastos en materiales, de los procesos de trabajo por los que transcurre cada una y de la cantidad de manos que intervienen en la producción. Aun así, para los clientes cubanos existe una tarjeta ilimitada de compras. “Una vez que seas cliente de Clandestina, tendrás garantizada la rebaja en las próximas visitas”, destacó una de las dueñas.
Idania afirma que esta iniciativa no es una mera estrategia de marketing, ni una sutil herramienta para atraer compradores. “Sabemos que en algunos casos los precios no están al alcance de todos los cubanos, sin embargo, queremos que ellos también usen nuestras confecciones porque buscamos cambiar la actitud del cliente ante el consumo, es decir, que no solo valoren lo nuevo”.
Y parece que no andan por caminos equivocados, porque muchos jóvenes cubanos, en su mayoría mujeres, visten diseños de Clandestina y sienten el orgullo de usar prendas únicas.
“Me gustan las ofertas de Clandestina, son distintas respecto al mercado de ropa que hoy circula en Cuba. Los precios a veces están un poco elevados, pero el concepto que trae aparejado lo vale porque no solo estás pagando por la pieza sino por un diseño exclusivo, por una prenda que no la verás repetida de forma idéntica, y eso tiene su valor”, dice Lisandra Aguiar, estudiante de la Universidad de La Habana.
Aun con la ausencia de un mercado mayorista que permita acceder a materias primas variadas y de calidad, con los exiguos productos que tiene para trabajar y con las limitaciones del sector privado en Cuba, la marca va ganándose un espacio entre los cubanos.
Hoy en las pasarelas de la Fábrica de Arte Cubano se exhiben muchas de estas piezas y ya en las calles de La Habana bolsos y pulóveres de Clandestina son cada vez más frecuentes. Sin embargo, Idania y Leire no se detienen, todos los días piensan en crecer. Y parece que la fórmula empleada les ha funcionado, pues son una de las pocas tiendas de ropas que ha logrado permanecer abierta, a pesar de las restricciones del Gobierno cubano.
En 2014, gracias a la restauración de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, muchos negocios en la Isla se beneficiaron por la visita de extranjeros. Sin embargo, desde junio de 2017 el presidente Trump, como parte de las promesas que hizo en su campaña, llevó a cabo una reforma que endureció las restricciones de los estadounidenses que deseaban viajar a Cuba, lo cual afectó el comercio en el país caribeño.
Anteriormente, la marca se lanzó al mercado americano con su tienda clandestina.com, lanzada el jueves 26 de octubre de 2017 con una selección inicial de camisetas con eslóganes cubanos como “resistir y vencer”, un éxito considerable en un país con poco acceso a Internet.
Si bien el diseño es cubano, fabricantes con sede en Estados Unidos producen la ropa y la envían a los compradores estadounidenses. El bloqueo comercial de Estados Unidos sobre Cuba hace que sea virtualmente imposible hacer envíos desde la Isla. Gracias a la ciudadanía española de una de las copropietarias de Clandestina, la marca pudo establecerse en ese país norteño. “Si los estadounidenses no vienen a Cuba, bueno, iremos a Estados Unidos”, dice Idania.