La sensación de desamparo del día después, para Huanny, fue casi tan intensa como el miedo a morir que le trajo Irma. Regresar a la casa y descubrir las huellas de sal en las paredes, tener el mar metido dentro, arriba, afuera, en todas partes, le dejó una imagen grotesca de la supervivencia. Su casa es un edificio en ruinas que nunca se demolió, en la costa de Jaimanitas, al oeste de La Habana. Hace diez años “se coló” en La Sociedad y desde entonces vive allí con sus dos hijos y su esposo. El techo, dice, se lo aguanta Dios para que no le caiga encima. En el piso, las ollas para recoger la lluvia. Con el huracán se le perdieron las puertas y las ventanas, se mojaron los colchones. Es difícil saber si estructuralmente la vivienda ha quedado en peor estado. Ella cree que sí, pero no insiste en contar las nuevas grietas ni los bloques caídos en la planta alta.
Con todo lo anterior, se conforma. De alguna manera, es el precio a pagar por sus ganas de vivir donde se supone que no deba. Lo que le molesta a Huanny es ser invisible. Dice que el mar arrastró piedras de hasta un metro de altura y cuando los buldóceres fueron a sacarlas no llegaron hasta su casa, “porque nosotros somos ilegales, y ahí están las piedras todavía. Luego, cuando el Gobierno empezó a vender los kits de cocina, los colchones, las sábanas y los jabones para los damnificados, tampoco nos tuvieron en cuenta. En la televisión pusieron todo lo que estaba llegando al aeropuerto para los damnificados; yo soy una damnificada por el huracán Irma y al ciclón no le importó si yo era legal o ilegal, tampoco a las personas ni a los países que hicieron las donaciones”.
En su caso, la primera ayuda y las palabras de consuelo vinieron con las monjas y las hermanas de la iglesia de la comunidad. Una bolsa con macarrones, latas de pescado, leche, detergente y jabones. Aguardó en vano los materiales de construcción, el colchón, algún efecto electrodoméstico y el kit de cocina. Sin embargo, días después el Poder Popular le suministró cuatro piezas de donativos: una frazada, una sábana, una toalla y un peine.
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La hermana Onoria Paredes no pudo evitar salir a las calles de Jaimanitas tan pronto se acabó la noche del huracán. A las seis de la mañana y vestida con su hábito, estaba brincando árboles derribados para visitar a los enfermos; lo que había visto en su casa horas antes la asustó. “Varias familias fueron a evacuarse conmigo porque jamás la inundación había llegado a mi vivienda. No obstante, en esta ocasión el agua de mar, el río y las cloacas entraron e inundaron todo. Había gusanos y fango por todas partes. Como subió hasta la altura de la rodilla, tuvimos que lavarnos las piernas con hipoclorito. Yo solo pensaba en que esa misma agua les mojó los colchones a las personas”.
Paredes pertenece a la Congregación Hijas de la Misericordia de la Tercera Orden Regular de San Francisco. Aunque es de Paraguay, lleva un año y medio en Cuba, trabajando en la capilla Virgen de la Caridad, Estrella del Mar. Al ver tanta destrucción, decidió conformar de manera voluntaria un equipo de tres mujeres de la iglesia para levantar datos de las familias afectadas. Luz Marina, Milagros, Isabel y los niños de la catequesis se ofrecieron para colaborar. “Es increíble la capacidad de los niños para identificar las personas que necesitan más ayuda. Les pedimos que miraran en sus cuadras quiénes habían perdido todo y muy pronto regresaron con nombres”, comenta la hermana.
Los primeros donativos recibidos por Onoria de manos de Cáritas Habana, institución de la Iglesia Católica para el servicio de la caridad, incluían agua potable, latas de sardinas, leche, jabón de baño y de lavar. A medida que se conocía la situación crítica de Jaimanitas iban llegando otras provisiones: víveres, aseos y ropas. “El coordinador de Cáritas para ayuda en casos de emergencias nos pidió que recogiéramos por escrito los datos de las familias damnificadas. Hasta el momento hemos contabilizado 64 familias que necesitan nuestro apoyo, especialmente colchones”.
Según Onoria, en todos los casos detectados las voluntarias Luz Marina, Isabel y Milagros hicieron las entregas en las viviendas, porque no querían dar la impresión de que tenían condiciones para asistir a todos los damnificados. “Nosotras en realidad no podemos, somos pobres; y además no queríamos sustituir al Estado en sus funciones”, explica Onoria. “Al principio no teníamos cómo saber el daño real que les causó el ciclón a las personas y entrábamos a las casas para dar apoyo y preguntar cómo les había llevado el ciclón. Entonces ellos nos contaban todo, nos daban detalles, nos enseñaban las afectaciones”.
De esta forma, dieron con La Sociedad, el edificio que está a menos de un metro del mar, y a su vez con Huanny, con Marina Castro y su hija Graciela León Castro –quien, además de perder todas sus pertenencias y el techo, no pudo evitar que la fuerza del agua le destruyera la cocina, el baño y el cuarto.
Luz Marina García, una de las voluntarias que trabaja con la hermana Onoria, recuerda que cuando los huracanes Sandy y Matthew hicieron estragos en el oriente del país, en la capilla se organizaron unas colectas para enviar a los damnificados. “Es maravilloso saber que hay quienes están haciendo por nosotros lo mismo que hicimos por otros en aquel momento”.
“Las mujeres de la iglesia son las únicas que han venido a hacernos más ligera esta pena. Los del Gobierno vinieron pero solo para recordarnos nuestra situación de ilegalidad. No sabemos si nos van a sacar de aquí o no, pero ya mi hija lleva un mes viviendo en casa de su suegra, y eso era una solución temporal”, comenta Marina Castro.
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El 12 de septiembre, el Consejo de Iglesias de Cuba (CIC) presentó en la plataforma digital de ACT Alianza un proyecto para recaudar fondos bajo el concepto de Respuesta Humanitaria a la emergencia a causa del huracán Irma. La institución religiosa cubana solicitó 1 450 065 USD para ejecutar en un periodo de 15 meses en distintos territorios del país. Esta petición de ayuda se realizó en un contexto complejo en el que varios países de la región fueron azotados por fenómenos naturales intensos, lo cual influyó a la hora de decidir hacia dónde se destinan los bienes. El objetivo final es beneficiar a unos 9 330 hogares.
En el documento presentado en ACT Alianza se explica que la ayuda consiste en techos, artículos para el hogar, colchones, kits de alimentos y para la rehabilitación de algunos cultivos, apoyo psicosocial, apoyo a pequeñas actividades comerciales y purificadores de agua, entre otros.
Edel Rivero, coordinador de Comunicación del CIC, agregó que “la Embajada de Canadá y el PNUD también ofrecieron ayudas para los damnificados. Han sido valiosas, además, las alianzas con los gobiernos locales, el Ministerio de Comercio Exterior, la Oficina de Atención a Asuntos Religiosos, entre otros”.
Los recursos que el CIC tenía en sus almacenes fueron movilizados inmediatamente después del huracán. Uno de los primeros centros beneficiados en La Habana fue el Hogar Metodista de Abuelos de Marianao. De acuerdo con Mauricio Freman, administrador del centro –con capacidad para acoger a 40 ancianos–, se recibieron dos sillas de rueda y varios kits de higiene.
Desde 2004, el CIC trabaja en situaciones de emergencias a causa del cambio climático, que han ayudado a fortalecer la resiliencia comunitaria y a implementar acciones de ayuda humanitaria ante los efectos de la sequía, los sismos e inundaciones costeras. “Cada problema que hemos enfrentado ha sido una oportunidad para mejorar nuestra respuesta”, dice el reverendo Rusindo. “Hemos ganado credibilidad y confianza en lo que hacemos y eso se traduce en más ayuda”.
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Cuando Sonia Lavín agradece sonríe y cruza las manos sobre el pecho. No le gusta molestar, dice, pero no sabe qué hubiese sido de ella sin ayuda. Antes de hablar de Irma y sus destrozos explica que tiene dos hijos: uno hemipléjico y el otro con problemas psicológicos, preso en el Combinado del Este.
El agua de mar y la del río Jaimanitas se unieron y a Sonia la inundación le llegó hasta la cintura. Tiene 66 años, es asmática, y luego de poner al sol los colchones, con la guata que pudo recuperar, cosió a mano una colchoneta y un sofá. Los primeros días después del huracán, su hijo Yak, de 46 años, quien pese a su discapacidad física vive en una vivienda independiente dentro del mismo terreno de Sonia, durmió en un colchón personal que la hermana Onoria le facilitó. “Fue un alivio, porque yo soy jubilada. Mi chequera es de 142 pesos y no tenía cómo resolver tantos problemas. Aquí conviven conmigo cuatro núcleos familiares”, explica Sonia.
Cuando llegaron los suministros que el Poder Popular repartió en la comunidad y ella sacó la cuenta de todo lo que tenía que pagar al 50 % del valor original –kits de aseo, cocina, colchones, etc.–, supo que no le iba a alcanzar ni para empezar. Después de varios días pidió una entrevista con los trabajadores sociales, y tras demostrar que no tenía los requisitos para solicitar un crédito, a Sonia le subsidiaron cuatro colchones. Dos semanas antes, las monjas le habían dejado algunas toallas y víveres.
Sonia, al igual que Huanny, no tiene propiedad de su vivienda. Lleva 50 años como residente en un terreno que está en usufructo, según le dijo un funcionario de la Dirección de Vivienda Municipal de Playa. Sin embargo, ella ha recibido mejor atención por parte del Gobierno, debido a que ella y su hijo están registrados como casos sociales.
Yak, a causa de su parálisis no puede hablar, pero cada vez que se le visita se agita y señala el techo de madera, deteriorado. El colchón nuevo lo tiene en la sala, mientras espera la cubierta que le fue prometida.
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Al cierre de este reportaje, Huanny recibió dos colchones que Cáritas Habana envió. Luz Marina García comenta que ya han entregado doce y que continúan llegando. Han decidido priorizar aquellas familias que, por ilegales, quedaron más desprotegidas.
Intentamos obtener declaraciones sobre este caso en el Consejo Popular y con la Asamblea Municipal del Poder Popular (AMPP) de Playa. El presidente del Consejo Popular dijo no estar autorizado a dar ninguna información sobre el huracán. La presidenta de la AMPP nos informó que cualquier petición de entrevista de un medio independiente debe ser procesada y orientada por el Consejo de la Administración de La Habana y el Comité Provincial del Partido. Al momento de publicar este trabajo, la autorización no había sido concedida.