En una esquina del salón lleno de fotografías, carteles, banderas y dibujos conversan dos personas. Vidalina arribó desde El Salvador, donde lidera una lucha contra la minería metálica. Jaime, por su parte, llegó de Chiapas, México, lugar en el que construyó junto a otros una red comunitaria.
A Cuba los trajo el VII Encuentro Latinoamericano de Experiencias en Educación Popular Ambiental, espacio que convoca bianualmente el Centro de Educación y Promoción para el Desarrollo Sostenible (CEPRODESO).
Aunque no recibe una alta atención mediática –por abrir sus sesiones en Pinar del Río, al extremo occidental de la Isla–, el encuentro discute temas fuera de la agenda común cubana y trascendentales para el continente.
Salinización, pérdida de biodiversidad, políticas públicas sobre el ambiente –miradas desde aquí–, se conectan con las resistencias al extractivismo, las represas o la mercantilización de lo natural, que no son tan ajenas a nuestro contexto como pareciera.
Pero, ¿por qué más de cien personas de Latinoamérica y el Caribe responden al llamado de un centro de solo seis especialistas? ¿Qué provoca que organizaciones como el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), Marcha Mundial de Mujeres, la Red Alforja o Amigos de la Tierra Internacional vengan a dialogar cara a cara con sus “contrapartes” cubanas?
La respuesta se ha construido a partir de 1999, año de la creación de CEPRODESO, madurando en una apuesta por la gestión ambiental participativa y la ecología política.
Mirada otra al medio ambiente
Para la cultura occidental, el medio ambiente siempre se ha visto como una fuente de bienes puestos a disposición de la humanidad. Así, se habla de recursos naturales, en términos económicos, cuando en realidad se hace referencia a organismos vivos y ecosistemas; no a objetos de consumo.
“Ese es el presupuesto de la ecología política”, asegura Juan Francisco Santos Estévez, coordinador de CEPRODESO. “Considerar a la naturaleza un sujeto de derecho como el ser humano, algo que es bien difícil pues limita el antropocentrismo al que se nos ha acostumbrado”.
Para tratar de cambiar ese “mentalidad”, toman como base la educación popular del pedagogo brasileño Paulo Freyre.
“Nosotros definimos la educación ambiental como un proceso que posibilita a las personas elevar su nivel de competencia para establecer formas de interacción sostenibles con el mundo”, agrega.
Precisamente, los primeros trabajos de CEPRODESO, a inicios de los 2000, fueron en comunidades de áreas protegidas de Vueltabajo. A los habitantes se les pedía eliminar la tala y la caza, pero no se les ofrecían alternativas viables para sus costumbres.
“En la propia vida de esos sujetos estaba la práctica y el saber ambiental acumulado de convivir con la naturaleza, y nuestra labor fue (re)construir un conocimiento colectivo.
”Si bien estaba dirigida a cambiar los comportamientos perjudiciales, partíamos de la posición de hacerlos plantearse qué querían transformar en el presente y proyectar para su futuro”.
A lo largo de casi 18 años, el grupo, subordinado institucionalmente al Centro de Servicios Ambientales, ha interactuado con decenas de experiencias, movimientos y organizaciones de Cuba y América.
Sus “hijos mayores” más conocidos –colectivos formados en la metodología de la educación popular ambiental– son TECMA (Teatro Callejero Medioambiental) y CREA (Cómo Realizo Educación Ambiental), capaces ya de constituir sus propias redes y articulaciones en la telaraña mayor que representa la red nacional de educadores y educadoras populares del Centro Martin Luther King, Jr.
Hoy, con un perfil distinto que en los orígenes, CEPRODESO incluye talleres para infantes, acompaña a delegados de consejos populares, estimula la investigación en el ámbito académico e impulsa un programa de comunicación alternativa, en la búsqueda de generar acciones de responsabilidad social.
“Lo que hacemos necesita de un esfuerzo múltiple de organismos y entidades, pero también de la sociedad civil”, apunta Juan Francisco. “La ecología política se ha convertido en nuestra filosofía de vida, en la premisa de la relación que, como seres humanos, queremos tener con el medio ambiente”.
Ver a la naturaleza sobre la base de una relación de iguales, afirman desde CEPRODESO, es la mejor opción para construir una sociedad que ame y respete todas las formas de vida y, a su vez, se respete más a sí misma.