El Central Paraguay, antiguamente denominado “Los Caños”, fue construido en 1877 por el francés J.F. Rancolls y luego pasó a manos del estadounidense Teodoro Brooks. En 1909 fue adquirido por The Guantánamo Sugar Company. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
Más de 100.000 azucareros volvieron a las aulas en 2003 tras la reestructuración de la industria azucarera. Conservaron sus salarios íntegros por estudiar; pero hubieran preferido mantener sus antiguos empleos. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
Vista aérea del Central Paraguay. Al fondo está la Base Naval de Guantánamo. El Central está en la segunda línea fronteriza con la Base. Las viviendas prefabricadas de los obreros sustituyeron los bohíos que a su vez habían desplazado a los barracones. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
Ellos hacen que el Central funcione. Hacían, para ser exactos… Son los hombres del taller de maquinado: torneros, fresadores que reparaban piezas o inventaban otras nuevas. Cuando los fotografié, ya no había nada que innovar. Habían esperado durante cuatro años que el Central volviera a moler. Luego llegó la noticia. El cierre. Y antes del cierre, el desmantelamiento. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
Gume trabajaba sin parar. Era el líder nato de todos los obreros. El tanque de enfriamiento del Central parecía un radiador gigante. Para desmantelarlo, hubo que desoldar tubo a tubo. Eso hacía Gume. Tenía las manos más grandes y fuertes que he visto en mi vida. Parecían piezas del Central. Quizás las únicas que sobrevivieron. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
Estaba parado en una lomita al amanecer. Al norte, la luna. Al sur, el Central en silueta. Puse la cámara en multiexposición, estudié el tamaño de la luna y luego cómo podía incluir la fábrica en el cuadro. Primero, el disparo a la luna centrada hecho con un telefoto. Después, un cambio de lente ángulo ancho para hacer la imagen del Central tratando de recordar dónde estaba la luna impresa. Tuve que esperar varios días para ver el resultado en el revelado del rollo. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
Una hermana que sostiene a su hermanito pequeño. Un instante de lo cotidiano. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
Este sitio siempre me pareció Nueva Orleans. Con casa de pilotes y comunidad de niños que se pierden en el humo. Las casas, como en Nueva Orleans, están cerca de la costa y, a veces, se hunden. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
Niño que intenta parecer avestruz. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
Parecía, por momentos, que la máquina podía devorar a los azucareros. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
La hilera interminable de piezas que estuvieron por última vez juntas en este momento antes de desparramarse como repuestos para los centrales que sobrevivieron la paralización. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
La demolición desnuda los ladrillos refractarios de fabricación mexicana que se colocaron en 1920. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
¿Cuántos obstáculos nuevos tendrán que saltar los niños del batey Paraguay tras el desmantelamiento? (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
Hay mucho ya en el piso, y hay mucho que sigue en pie. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)
Al final, quedaron el hombre y la máquina, fusionados en un solo ente. (Foto: Alejandro Ramírez Anderson)