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El nuevo rostro de Baracoa tras el huracán Matthew

Josefina Soler vive en Jamal, un pueblo fundamentalmente rural de 7.794 habitantes, perteneciente al municipio Baracoa. Hasta allí no ha llegado nadie todavía. Y por nadie, Josefina se refiere a las autoridades del gobierno local y de la Defensa Civil. En esta comunidad guantanamera no hay electricidad ni agua potable, el río Jamal se desbordó y dejó los caminos en mal estado. Josefina pudo llegar hasta la ciudad de Baracoa en su motocicleta. “Salí para hacer algunas llamadas porque en el pueblo no hay cobertura”, dice desde su teléfono celular, que obtuvimos por la base de datos de la empresa de telecomunicaciones cubana ETECSA.

El pasado 4 de octubre, a las dos de la madrugada, el ojo del huracán Matthew salió del territorio cubano por Baracoa y causó numerosos derrumbes totales y parciales de viviendas. Más del 70 por ciento de las cubiertas están afectadas y hay varias averías en instalaciones del sector empresarial y turístico. Los hoteles La Rusa y El Castillo presentan daños, según informes de la prensa local.

“Lo más grave en Jamal es que las personas no saben dónde van a refugiarse, ni qué van a comer, ni dónde van a dormir esta noche”, cuenta Josefina. “Todo está en el suelo, solo quedaron cuatro viviendas de bloques y mampostería en pie y el resto lo tumbó el huracán”. Para protegerlos de las lluvias, las madres han cubierto a sus hijos con nailon.

Baracoa (Foto: EFE)

Baracoa (Foto: EFE)

En la ciudad de Baracoa, Dolores Moreira aún puede comunicarse desde su teléfono móvil. Esta mañana, cuando fue a trabajar en el hotel La Habanera, lo recargó con la energía suministrada por un grupo electrógeno. Con desesperación me explica que “nadie en Baracoa pudo dormir esta madrugada”. Las personas que se refugiaron en su casa amanecieron sentadas en la oscuridad, hablando a ratos con familiares ubicados en La Habana para que les dieran las noticias que se difundían en la televisión nacional.

“Esto está malo, malo, malo, que usted no se lo imagina”, dice Dolores. “Quizás nos vean en algún reportaje, pues se dice que por aquí ha estado Raúl [Castro] sobrevolando la ciudad en un helicóptero. No quedó ni un techo”. Dolores habla de Matthew como si fuera una persona. Recuerda que desde las cinco de la tarde del martes el viento azotaba en el reparto Camilo Cienfuegos y que “él, por la madrugada, le llevó el techo de la casa”.

Baracoa (Foto: EFE)

El huracán desprendió la cubierta de fibrocemento con los puzzle de hierro incluidos, levantó el techo por encima de cuatro viviendas aledañas y lo soltó sobre la casa de otro vecino. Los inmuebles más cercanos al malecón baracoense resultaron los más afectados. “El agua de mar entró de golpe y se lo llevó casi todo en un segundo”, recuerda. A una de sus compañeras de trabajo, las olas le tragaron la taza de baño, el lavamanos, la cocina, las persianas y los balcones.

Los vientos de hasta 300 kilómetros por hora afectaron la abundante naturaleza de Baracoa. “El huracán les dio tantas vueltas a las matas que las secó. Parece que les pegaron candela”. Hace algunas horas, el Estado Mayor de la Defensa Civil decretó el inicio de la fase de recuperación. “Aquí no hay casa ni hay nada”, dice Dolores, “la gente se ha movido por la misericordia de Dios”.

*Karel Pérez Alejo colaboró en este reportaje.

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