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Subsidiados

En 2013 Odalys solicitó un subsidio para la reparación del techo de su casa

En 2013 Odalys solicitó un subsidio para la reparación del techo de su casa

Aún la sala del apartamento semeja un campo de batalla: la ausencia de muebles, paredes a medio pintar, algunos sacos de materiales para retoques finales y el andamio en el centro de la pieza le recuerdan a Odalys Guzmán que en los últimos seis meses la casa dejó de ser suya y se convirtió en un hervidero de gente, en frenética obra de construcción cuyo legado es un techo de placa que desentona con el resto del edificio, construido en 1917.

Hoy, en el espacio que siempre fue el corazón del apartamento situado en el número 160 interior de la calle Amistad, en Centro Habana, solo hay un armario pequeño que no cabe en otro sitio, el refrigerador, una mesita, cuatro sillas y las camas personales de Lazarito y Adriana, los dos hijos de Odalys.

El resto quedó en cajas, o en la habitación continua, escondido del cemento y a resguardo de la demolición del techo. Primero empacaron los adornos, la Santa Bárbara grande y el San Lázaro, el televisor y el reproductor de DVD, hasta que solo quedó espacio para herramientas y mezcla, para tablas de encofrado y puntales de apoyo.

En 2013 Odalys solicitó un subsidio para la reparación del techo de su casa y desde entonces pasó a ser el expediente 2996/13. El suyo era un caso complejo: la cubierta había sido certificada como derrumbe parcial y el dictamen final, incluido en el proyecto confeccionado por la arquitecta Yeney Quevedo Alfaro, indicó su demolición total y sustitución de las viejas y ya podridas vigas de madera que la sostenían.

“Aquí llovía más dentro que fuera, había partes del techo por donde levantabas la vista y podías ver el cielo. En eso se me echaron a perder la mesa, mi cómoda y un escaparate de Lazarito que no sirvió para más nada”, cuenta.

La respuesta llegaría el 30 de diciembre de 2014, cuando le avisaron que por el Acuerdo número 1.881 del Consejo de la Administración Municipal (CAM), le habían sido otorgados 30.800 pesos para la adquisición de materiales de la construcción, contratación de fuerza de trabajo y alquiler de transporte.

El contrato de servicios y apertura de la cuenta corriente en la Sucursal 257 del Banco Metropolitano lo firmaría el 12 de enero de 2015, fecha a partir de la cual Odalys dispondría de 14 meses para completar la obra, según había pactado en el documento firmado con la Dependencia Interna del CAM.

Una vez depositado el dinero en la cuenta, el desglose quedó de la siguiente manera: 28.300 CUP para gastos de obra y 2.500 destinados a la transportación de materiales.

Así, con el proyecto establecido por la oficina de Arquitectos de la Comunidad, la Licencia de Construcción y su cuenta bancaria, todo parecía listo para echar a andar. Sin embargo, los trabajos no comenzarían hasta cinco meses después. Fue el 25 de mayo de 2015, Adriana lo recuerda perfectamente. Ese día comenzó la demolición.

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El proceso para el otorgamiento de subsidios está pautado en el Acuerdo 7.387 del Consejo Ejecutivo del Consejo de Ministros, publicado el 6 de mayo de 2013 en la Gaceta Oficial Extraordinaria número 12. Dicho documento tuvo su antecedente el 4 de enero del año anterior, cuando se hizo pública la primera versión del mecanismo, avalado en las disposiciones y acuerdos del Consejo de Ministros, el Instituto Nacional de la Vivienda y los ministerios de Comercio Interior, de Trabajo y Seguridad Social, y de Finanzas y Precios.

En un momento inicial, la política priorizó a las “familias afectadas por catástrofes cuyo daño se clasifica como pérdida total o parcial de vivienda, los casos sociales críticos, de manera particular aquellos encaminados a la erradicación de condiciones habitacionales vulnerables”. También incluyó a las familias y personas, protegidos o no por la Asistencia Social, que no tuviesen recursos pero con la disposición para afrontar individualmente el proceso constructivo; así como a quienes viviesen en “condiciones habitacionales vulnerables, carecieran de vivienda o estuviesen necesitados de construir, ampliar, reparar o conservar su vivienda, y tengan disposición a solucionar su problema habitacional por esfuerzo propio”.

Las diferencias entre los documentos publicados en 2012 y 2013 son mínimas, pues en esencia se mantuvieron los grupos destinatarios, las responsabilidades contractuales y los mecanismos de otorgamiento y control de los subsidios. Asimismo, quedaron fijados los montos de dinero a otorgar en cada caso y se amplió la posibilidad de acceder a algunos productos en la red recaudadora de divisas como el cemento P350, muebles sanitarios, entre otros. También se incluyeron como prioridad las familias o personas que necesitaran solucionar obstrucciones y fugas hidrosanitarias.

Para solventar estos subsidios se dedicaría el 48.5 por ciento de los impuestos sobre la venta de materiales de la construcción en cada una de las provincias, desglosado de la siguiente manera: “el 40 por ciento se destinará a los Consejos de la Administración Provinciales y del municipio especial Isla de la Juventud; y el 8.5 por ciento se utilizará en la creación de una reserva central del Presupuesto del Estado”.

Bajo tal premisa, se suprimieron los productos subsidiados y se redujeron los precios de 122 artículos de materiales para la construcción. También se impulsó una nueva política de créditos bancarios con el fin de insuflar vida al mercado interno relacionado con este renglón económico. Estas decisiones acompañaron la primera fase de la implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social, en la cual también quedaron abolidos “las gratuidades indebidas y los subsidios excesivos”.

Por entonces, Miguel Limia –miembro de la Comisión Permanente de Implementación y Desarrollo de los Lineamientos– aseguró que “esta es la primera medida que se toma para, una vez eliminado el subsidio a los productos en general, comenzar a subsidiar puntualmente a las personas que verdaderamente lo necesiten”.

Actualmente los topes de entrega de recursos financieros establecidos están basados en el costo estimado de construcción de una célula básica habitacional –vivienda de 25 metros cuadrados de superficie útil– cuyo valor no exceda los 85.000 pesos.

Tomando dicho parámetro como referencia, el total de dinero a entregar se calcula a través de los dictámenes técnicos de las unidades municipales inversionistas de Vivienda, y se adecuan al nivel de complejidad de la obra. Así, encontramos que existen dos distinciones: acciones de conservación menor (hasta 5.000 pesos) y de conservación mayor y otros trabajos de más complejidad.

En enero de 2015, y luego de haber sido otorgados 63.000 subsidios en casi tres años, verían la luz nuevas políticas aprobadas por el Consejo de Ministros, encaminadas a perfeccionar el mecanismo ya creado y que en ningún caso contradecían lo enunciado en 2013. Así, entre otros temas, quedaba establecido que los Consejos de Administración Municipal deberían realizar dos convocatorias anuales para la solicitud de subsidios, garantizar la transparencia en el proceso de otorgamiento, y fijó en 70 días hábiles el plazo para responder las peticiones realizadas.

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Para solicitar un subsidio se debe presentar la petición ante las direcciones municipales de Vivienda, tras lo cual dichas instancias confeccionan el expediente, y adjuntan la evaluación técnico-económica –en la que se determina el monto a subsidiar para la compra de materiales de construcción, el pago de la mano de obra, la documentación técnica, el transporte y el derecho perpetuo de superficie si lo requiere– y la evaluación socio-económica, esta última a cargo de la Dirección de Trabajo Municipal.

Más tarde –15 días hábiles como máximo– el expediente es sometido a la aprobación del CAM, donde se realiza una evaluación individual de cada caso y se guardan los no aprobados hasta la fecha de la próxima convocatoria. Aquellos que sean admitidos pasan a manos de la presidencia del CAM, la cual los somete a la aprobación del Consejo.

Durante la Asamblea Municipal del Poder Popular (AMPP) de Centro Habana, celebrada el 19 de diciembre de 2015, la Comisión Permanente de Trabajo de Construcción, Vivienda y Redes Técnicas presentó un informe sobre el comportamiento de la política de la entrega de subsidios a la población donde se abordó la “lentitud en la presentación, aprobación y otorgamiento de subsidios”. Hasta noviembre de 2015, restaban por evaluar 1.068 solicitudes de subsidios realizadas en 2014, sin que se tomaran en cuenta las entregadas en el último año.

Ello está relacionado esencialmente con que, en 2015, no se evidenció sistematicidad en las reuniones de subsidios –de frecuencia semanal–, lo cual creó en los solicitantes “malas expectativas, desespero y un estado de opinión desfavorable por la falta de una respuesta en los términos establecidos en el Consejo de Administración Provincial”.

Desde mayo de 2012, Centro Habana ha destinado 29 millones de pesos a este renglón, confirma Olga Miller, vicepresidenta de la Construcción del CAM. Dicha cifra tuvo su punto más importante durante 2014, cuando fue asignado y ejecutado en su totalidad un presupuesto de 10.402.100 pesos.

Según datos presentados por el delegado Joel Almenares ante la Asamblea, en 2015 la asignación de recursos se redujo hasta $6.350.700, de los cuales, al cierre de noviembre, solo se habían ejecutado el 53.8 por ciento ($3.419.500). Según fue posible verificar con Olga, los $2.931.200 no ejecutados hasta ese momento correspondían a la disponibilidad bancaria del CAM para la entrega de recursos financieros que aún no habían sido asignados, a lo cual también debería sumarse la inactividad de algunos beneficiados, morosos en la terminación de las obras proyectadas para sus viviendas.

El 17 de diciembre, dos días antes de celebrarse la Asamblea, el CAM de Centro Habana recibió por parte del organismo provincial un incremento superior al millón de pesos para entregar a los solicitantes de subsidios que cumpliesen con los requisitos establecidos. Días más tarde, el 24 de diciembre, Olga aseguraba que el monto de dinero no ejecutado en concepto de subsidios para la construcción por esfuerzo propio se había reducido mucho, pues los niveles y sobre todo el ritmo de aprobación aumentaron considerablemente en el último mes de trabajo y pensaban cerrar 2015 con la total ejecución del presupuesto destinado a este sector. Algo que, hasta el 19 de diciembre, parecía una quimera. Tal afirmación fue respaldada por Jaqueline Rodríguez y Willy Fernández, secretaria del CAM y presidente de la AMPP, respectivamente.

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Odalys Guzmán (Foto: Julio Batista)

Odalys Guzmán (Foto: Julio Batista)

Odalys no encontró problemas con la brigada enviada por la Dirección Municipal de Vivienda para demoler el viejo techo, única autorizada a realizar ese tipo de trabajo. Pero antes de comenzar a destruirlo, ya las acciones iban con un retraso importante.

La principal causa, explica Jesús –esposo de Odalys–, fue que en el proyecto estaba previsto utilizar el sistema de vigas y bovedillas, que es más simple y mucho más rápido pues su ejecución es con piezas prefabricadas unidas al estilo de un puzzle, aunque posee gran durabilidad y firmeza. La primera respuesta que recibieron fue que no tenían esos materiales en el rastro (punto de venta de materiales de construcción), único sitio donde pueden comprar a través de cheques las personas subsidiadas.

“Imagínate, cuando finalmente tuvimos el subsidio las vigas de ferrocemento que necesitábamos no se estaban fabricando porque llevan unos alambrones en el centro, y no había esos alambrones en el país”, cuenta Jesús. “Esperando eso estuvimos cinco meses y al final igual tuvimos que cambiar de planes”.

De una estructura que pudo completarse en algo más de un mes de trabajo, pasaron a programar la construcción de una placa convencional que demoró seis. Las viguetas y poliespuma proyectadas al inicio fueron olvidadas, y en su lugar fue necesario comprar materiales para fundir, al viejo estilo de puntales y tablas de encofrado, 374 metros cuadrados de cubierta.

La imposibilidad de concretar el plan inicial no solo alargó el tiempo de construcción, sino que también supuso un reajuste de los materiales. El cemento adecuado para realizar los trabajos en las placas es el P-350, pero no lo venden en los rastros, aunque sí está disponible en la red de divisas. “Si hubiésemos comprado las bolsas de ese tipo en las tiendas en CUC el dinero no hubiese alcanzado, por eso los albañiles nos propusieron como variante emplear más cemento PP-250 para darle la consistencia que necesitaba el techo”, asegura Odalys.

Virgilio Gutiérrez Sosa proviene de una familia relacionada con la construcción. Su padre fue inspector de este sector desde antes de 1959 y el mismo Virgilio es albañil, con patente incluida. Explica que “las placas y cualquier otro sitio en el que se tenga una armazón de acero (cabillas) hay que usar el P-350, porque es el que se amarra bien a la cabilla. El PP-250 puede usarse, en Cuba usamos cualquier cosa, pero ese no es recomendable y menos para las placas que pueden recibir carga”.

Virgilio añade que el PP-250 puede emplearse en muchas otras cosas dentro de las casas: repellar, levantar paredes, dar fino, hacer clósets, poner lozas, enchapar cocinas y plaquitas pequeñas que no reciban pesos excesivos. Pero jamás en placas exteriores, eso –repite con énfasis mientras mueve la cabeza negativamente– “es un error”.

Por su parte, la ingeniera civil Dairys Chávez explica que la diferencia entre un cemento y otro está centrada en la resistencia que ofrecen, pues con el PP-250 se soporta 250 kg/cm² y con el P-350 dicha variable aumenta hasta 350 kg/cm². Confirma que para construir una placa es posible emplear cualquiera de los dos, aunque reconoce que el ideal es el P-350 ya que permite desencofrar más rápido por ser menor el tiempo de secado que requiere. “Una placa normal se diseña para una carga de 175 kg/cm² y en ello el elemento más importante es el acero que ofrece flexión a la placa, pues el hormigón es un gran elemento de compresión al ser muy rígido, pero tiene muy poco coeficiente de flexión. La diferencia en el empleo entre un tipo u otro es en esencia el tiempo de secado, y que el 250 requiere tener más cuidado para desencofrar y hay que darle los 21 días que precisa”.

Sobre el uso del P-350 la ingeniera entiende las preferencias de Virgilio. “Son mañas de los albañiles, ellos saben que es el ideal, pero eso no significa que no pueda hacerse con PP-250, siempre y cuando se vele rigurosamente por la calidad de los materiales a emplear, las proporciones de la mezcla –debe ser lo más homogénea posible– y el proceso constructivo”. Eso sí, Dairys enfatiza que en ningún caso es recomendable desfasar las proporciones de áridos finos y gruesos. “No es bueno saturar la mezcla con un elemento fino, porque en este caso el cemento seca muy rápido y favorece la aparición de fisuras”.

La Tienda Especializada en Materiales para la Construcción No. 2 de Centro Habana está a pocos metros de la casa de Odalys y su familia, por lo que bastaba con salir a la puerta para monitorear cada vez que abastecían el sitio. Sin embargo, no siempre lo que necesitaban estaba disponible.

“Ahí no venden el cemento en bolsas. Por suerte, con este tema del subsidio, puedes moverte por varios rastros y comprar en cualquiera de ellos. Para el cemento, casi siempre íbamos a buscarlo al rastro de Zulueta donde hay sellado a $112 el saco. Luego había que traerlo desde allá”, asegura Jesús.

Según la pareja, en los rastros se encuentran con relativa facilidad –y si se es ágil– los áridos. Estar atento a la llegada de los camiones era esencial, pero en la casa Jesús y Odalys trabajan, Adriana estudia en el preuniversitario y Lazarito está en medio del Servicio Militar Activo.

En el informe presentado ante la AMPP de Centro Habana en diciembre de 2015, relacionado con el otorgamiento, ejecución y control de subsidios, la Comisión Permanente a cargo de seguir el tema realizó una pesquisa por cinco Consejos Populares del Municipio (Pueblo Nuevo, Cayo Hueso, Colón, Los Sitios y Dragones) y detectó como uno de los principales problemas el desabastecimiento de algunos rastros, lo cual incide en el tiempo empleado para completar las obras constructivas aprobadas.

Otros elementos como los cables, cajas, tomacorrientes y tuberías plásticas para realizar la instalación eléctrica no se encuentran en estos puntos de venta. “Eso también atrasa, porque hasta que no consigues todo no puedes lanzarte a terminar la placa y dar el fino”, comenta Jesús.

A ello se suma que los materiales –a veces disponibles en la red comercial de los mercados industriales– solo pueden ser adquiridos mediante cheques en los rastros o tiendas recaudadoras de divisa. El resto de la red únicamente acepta los pagos en efectivo, como fue posible constatar en establecimientos de comercio interior dedicados a la venta de estos insumos ubicados en Ayestarán y 19 de Mayo y Ayestarán entre General Suárez y Pedro Suárez, entre otros.

En Cuba se han destinado cerca de 2.000 millones de pesos en cuatro años a la entrega de subsidios desde que se iniciara la implementación de la política en 2012, según confirmó el ministro de la Construcción René Mesa Villafaña el pasado 27 de diciembre ante la Comisión de Industria, Construcciones y Energía de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP). El Anteproyecto de Ley del Presupuesto del Estado para 2016 prevé que la disponibilidad monetaria en los Consejos de la Administración Provincial descenderá de 981.1 millones estimados en 2015, hasta los 867.3 millones de pesos proyectados para 2016.

La disminución está causada por el descenso previsto en la venta de los materiales de la construcción para el venidero año. Para atenuar esta situación, en 2016 se destinará el 60 por ciento del impuesto de las ventas a sufragar la política (51.5 por ciento para los beneficiados y 8.5 para la reserva central). Esta medida representa un incremento considerable con respecto al 48.5 por ciento aprobado hasta el momento, y responde a la decisión estatal de no afectar la ejecución de la política y a los beneficiados por ella, a pesar de las condiciones desfavorables de la industria productora de materiales, explicaron funcionarias del Ministerio de Economía y Planificación durante el trabajo en comisiones de la ANPP.

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Una parte considerable del monto total entregado a los beneficiados es hoy destinado exclusivamente a la contratación de mano de obra (Foto: Julio Batista)

Odalys tuvo que ir seis veces al banco para hacer extracciones. “El dinero no lo ves nunca, pues se mueve en cheques desde la cuenta hasta el rastro o la tienda en CUC donde haces la compra, y eso mismo pasa con los albañiles que contratas y es obligatorio que tengan licencia para cobrar el cheque”.

El procedimiento es estándar. Los constructores calculan y piden lo que necesitan, el subsidiado recorre los rastros y separa los materiales que precisa, va al banco con la factura y este expide un cheque. Luego el subsidiado regresa al rastro, entrega el cheque y se lleva lo que compró. El mecanismo es similar para pagar la mano de obra.

En resumen, Odalys está segura de que gastó 11.000 pesos en mano de obra, 2.500 en transporte de materiales y el resto lo distribuyó en más de 50 sacos de cemento, varios metros cúbicos de arena, gravilla, polvo de piedra y cabillas. La precisión en esos casos disminuye. Sin embargo, todos en la casa saben que la nueva placa costó más que 30.800 pesos.

“Hay muchas cosas que no están dentro del subsidio, pero son gastos que se van haciendo. Por ejemplo, aquí la placa la hicieron entre cinco albañiles, y esos son cinco almuerzos diarios, diez meriendas, café… No son gastos de construcción, pero no se puede tener hombres trabajando sin algunas condiciones”, dice Jesús.

Aun así, una parte considerable del monto total entregado a los beneficiados es hoy destinado exclusivamente a la contratación de mano de obra, la cual no siempre se ajusta al 30 por ciento estipulado en el contrato inicial firmado entre el subsidiado y la Dependencia Interna del CAM.

De hecho, una de las deficiencias encontradas por la Comisión Permanente de Centro Habana resultó ser la discrepancia entre las cifras declaradas por las fuerzas empleadoras y por los albañiles a cargo de ejecutar el trabajo. Eso se refuerza con los criterios del aumento del precio de la mano de obra, señalado durante la presentación del informe por el delegado Joel Almenares.

El otorgamiento de subsidios ha sido una de las políticas sociales mejor acogidas por la ciudadanía cubana, aunque dista de ser la solución a la compleja situación de vivienda que vive el país, donde cuatro de cada 10 casas se encuentra en regular o mal estado. “Sin este dinero nunca hubiésemos podido comenzar el trabajo. Es verdad que no siempre alcanza por los precios que tienen hoy las brigadas, pero el subsidio fue una ayuda fundamental para nosotros”, confirma Jesús mientras me explica que en estos días espera resanar los huecos en los muros de la sala, recuerdo que dejó la demolición del techo.

En cerca de cuatro años, se han beneficiado a más de 3.000 núcleos familiares en Centro Habana, confirma Olga Miller.

“El subsidio no puede verse como una camisa de fuerza”, señaló Villafaña durante el VI Periodo Ordinario de Sesiones de la VIII Legislatura de la ANPP. El empleo de materiales de construcción provenientes de la industria local consigue abaratar entre un 25 y un 30 por ciento los gastos por este concepto. “Entonces, si se usan materiales locales para ejecutar un subsidio de 85.000 pesos destinados a una célula básica de 25 m², es mejor que se construyan 30 o 35 m² y que las personas hagan mejores casas, porque eso incrementa la calidad de vida de la población y detiene el deterioro de las viviendas”.

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Aún falta por hacer: el fino y el derretido de la azotea, retoques en los aleros y los muros, y la impermeabilización del techo (Foto: Julio Batista)

Nadie dijo que construir fuera simple. O limpio. O cómodo. Pero seis meses de trabajo ponen a prueba la resistencia mental, y eso lo aprendieron bien Odalys y su familia. “Aquí no se podía caminar. Había un horcón cada medio metro para soportar el encofrado, y cada una de las tres partes del techo tenía que estar 21 días así para que el cemento fraguara bien”.

Claro, 21 días como mínimo, porque la última habitación estuvo revestida en madera cerca de 40. En total, fueron más de tres meses durante los cuales solo pudieron esperar mientras la nueva cubierta se endurecía lo suficiente como para desarmar el esqueleto que la moldeaba. En esas condiciones vivieron por medio año, mudándose de un cuarto a otro con las camas y bártulos cada vez que era necesario demoler el techo de una habitación y luego montar el andamiaje de horcones y tablas para fundir la próxima sección.

En una ocasión, recuerda, los vecinos paralizaron la demolición del techo durante seis días y fueron a buscar a la policía. El incidente duró poco, Odalys mostró sus documentos y permisos y la brigada especializada –y estatal– a cargo de las demoliciones continuó su trabajo sin más contratiempos.

Ahora puede descansar un poco. “Por suerte la última compra la hice en noviembre para cerrar la cuenta del banco y pagar completa la mano de obra, así que en los primeros días de enero voy a liquidar el subsidio para que vengan a inspeccionar la obra, ya lo han hecho dos veces en estos meses para ver si tenía algún problema o necesitaba más tiempo, pero no fue necesario ampliar el plazo”.

Aún falta por hacer: el fino y el derretido de la azotea, retoques en los aleros y los muros, y la impermeabilización del techo; pero eso ya está pagado. La demolición del techo desmanteló la división intermedia (barbacoa) que soportaba las habitaciones de la familia, pero ese tipo de construcciones no están contempladas dentro del subsidio. Dice Odalys que ahora han visto viguetas en los rastros, “seguro por las quejas de la gente”, pero para ellos ya es tarde. “Si yo tuviera las viguetas esas ahora, en tres días tengo hecha la plaquita intermedia y con eso tendríamos casa para toda la vida, pero ya veremos qué se hace”.

Medio apartamento se mantiene aún embalado en cajas y solo se ve en las habitaciones lo imprescindible para el uso diario. La Santa Bárbara y el San Lázaro este año no tuvieron las velas de siempre, pero la demolición ni siquiera los manchó de polvo. Odalys ha pintado las paredes de la sala y el techo, pero desde una esquina el último saco de cemento anuncia que la construcción no termina.

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