Salvador tiene 80 años y nunca aprendió a leer. Trabajar desde los nueve le robó la vida. Luego vinieron la guerra, Celeste, los hijos, la minería… Hace medio siglo que este hombre vive en Jutinicú, allí crió una familia y ahora en las tardes lleva a pastar a su único ovejo. Salvador, a todas luces es un hombre común. Todo lo común que le ha permitido la Sierra Maestra.