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El pronóstico

Zona del Pontón inundada el pasado 29 de abril (Foto cedida por vecinos del lugar)

Zona del Pontón inundada el pasado 29 de abril (Foto cedida por vecinos del lugar)

Poco después de las tres de la tarde del 29 de abril, José Rubiera salió de su casa en Diez de Octubre a grabar el pronóstico del tiempo para la emisora Radio Rebelde. En ese momento no sabía que llegaría tarde, que no saldría el aviso en la radio, sino apenas en la televisión –grabado a las cinco y cuarenta y cinco para la Emisión Estelar–, cuando ya todo había terminado, o empezado, según como se mire. No sabía tampoco que el Instituto de Meteorología perdería la electricidad, que la planta para emergencias no encendería y, sin ella, sería imposible acceder a cualquier imagen de radar o satélite que pudiera atenuar lo que estaba a punto de ocurrir.

A Rubiera, Director del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología de Cuba, le agarró la lluvia cerca de la Rotonda ubicada en la Ciudad Deportiva. Desvió su auto hacia la calle Vía Blanca, tratando de buscar una zona alta, pero encontró otra inundación a cuatro cuadras, rozando Primelles. Se escapó por una salida paralela para chocar contra otra marea de agua pocos metros más adelante. “La última inundación fue en la Plaza”, me dice sentados en el lobby del Instituto Cubano de Radio y Televisión. “El carro casi se me queda ahí, porque el agua cubría todas las zonas hasta rozar el motor”.

El acueducto de Palatino, Cerro, reportaría horas más tarde 158 milímetros de lluvia.

Pasadas las ocho y quince minutos, La Habana supo oficialmente que había sido afectada por una línea prefrontal de tormentas eléctricas que se formó cerca de la zona costera del occidente del país. Un fenómeno “muy raro, muy corto, muy pequeño, pero de una violencia extrema”, comenta Miguel Ángel Hernández, especialista principal en pronósticos en el Instituto de Meteorología.

“No dio tiempo a nada”, me dice Rubiera.

“Esa banda pequeña que fue creciendo rápidamente y se unió con la que bajaba por el Estrecho de la Florida era imposible de pronosticar”, dice Armando Caymares, también especialista principal del Centro Nacional de Pronósticos del Instituto de Meteorología.

El 28 de abril de 2015 se habían pronosticado lluvias para la tarde siguiente, pero no de carácter intenso o severo. Era difícil prever que en la noche del 29 de abril ascenderían a 44 los derrumbes parciales y 3 totales, que serían más de 1.200 los evacuados y 10.089 los damnificados, que 39 circuitos eléctricos resultarían dañados, según cifras emitidas por el diario Granma y el Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil. Tampoco nadie imaginaba que tres personas perderían la vida.

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Armando Caymares es el Jefe de Turno en el Departamento de Pronósticos el 29 de abril. Llega a las 7 y 30 de la mañana. En este departamento, los turnos son de 12 por 12 horas. Caymares estudia los radares y las imágenes de satélite desde su escritorio y sabe que va a llover. Justo al mediodía, una fuerte línea de tormentas eléctricas ataca la Florida, se ensaña con Homestead, Plantation, apenas roza Naples, refresca Miami, baja por Key West. Y a las 2:00 p.m. –calculo– está a unas 45 millas de Cuba.

El Instituto de Meteorología se había quedado sin electricidad desde las once de la mañana, aproximadamente.

—Falló la electricidad por una rotura, y no pudimos echar a andar la planta porque se rompió. Tuvimos una avería en la línea pero… la planta [de generación eléctrica para casos de emergencia] cuando fuimos a arrancarla, se averió –recuerda Rubiera.

Funcionaron durante algún tiempo con capacidad limitada, hasta que las baterías se agotaron y perdieron los radares. Justo a las 2:15 p.m., una nueva estructura mesoconvectiva se desprendió de la banda de aspecto triangular que venía desde el estrecho de la Florida y se formó en 25 minutos sobre La Habana. Caymares abre un archivo de Power Point hecho el 16 de mayo que contiene 101 diapositivas con una explicación minuciosa y contextualizada de aquella tarde.

En rojo, la banda mesoconvectiva que se desprendió de la banda de aspecto triangular que venía desde el estrecho de la Florida y se formó en 25 minutos sobre La Habana (Imagen de satélite cedida por Armando Caymares)

En rojo, la banda mesoconvectiva que se desprendió de la banda de aspecto triangular que venía desde el estrecho de la Florida y se formó en 25 minutos sobre La Habana (Imagen de satélite cedida por Armando Caymares)

“¿Ves esta banda que está aquí?”, dice y apunta a la formación triangular. “Esa era la que se podía pronosticar. Pero se formó delante esta otra banda, y nos atacó. Una línea delante de otra línea”. Y tal parece que Caymares habla consigo mismo, intenta recordar ahora la última vez que vio algo así: “Eso es un fenómeno impronosticable”, afirma categórico.

“Yo nunca había visto colores como los que vi ese día sobre Cuba”, dice Hernández, “ni con un huracán”. Las imágenes de satélite se digitalizan y los colores más intensos señalan la parte más fría de la nube, que está relacionada directamente con la altura y la potencia.

“Donde está rojo, donde está rosado, quiere decir que la nube ha crecido más de 25 kilómetros de altura. Ahí se produce hielo. Ese día hubo colores blancos, que es el más grave, el más alto, el más fuerte, el más potente… en menos de 30 minutos”.

Animación construida a partir de imágenes de satélite que reflejan la formación y el desarrollo de las lluvias intensas que afectaron La Habana el pasado 29 de abril de 2015 (Imágenes cedidas por Armando Caymares)

Yo no le pregunto. Él no me lo dice. Pero intuyo que varias instituciones se han hecho las mismas interrogantes que nos llevaron hasta la sede en Casablanca del Instituto de Meteorología. ¿Qué falló el 29 de abril? ¿Había alguna forma –aunque fuera remota– de prevenir a los habitantes con tiempo suficiente para disminuir las pérdidas materiales y evitar las humanas? ¿Podría volver a suceder lo mismo?

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Hay lluvias intensas que pueden ser pronosticadas, y hay otras en las que se requieren sistemas de comunicación muy eficientes para alertar a tiempo, porque se forman en un periodo de 20, 25 o 30 minutos. Las primeras están relacionadas directamente con un sistema de gran escala que puede ser un frente frío, una vaguada prefrontal, un ciclón tropical en cualquiera de sus categorías, bien sea una depresión, una tormenta tropical o un huracán, y tienen permanencia en el tiempo.

“Por lo tanto, usted las detecta y sigue el sistema. Con antelación puede saber si van a caer o no, aunque las lluvias dependen de una nube, y a lo mejor el sistema se debilita y entonces ya no cae tanta, o a lo mejor se intensifican los procesos que están dentro del sistema y, en determinado lugar, puede ocurrir una lluvia muy fuerte. En cualquier caso –asegura Rubiera– ese es un tipo de lluvia pronosticable”.

Las inundaciones súbitas ocurren generalmente debido a tormentas que producen un acumulado de lluvia notable en un corto periodo de tiempo en una región determinada. En verano, se forman por tormentas eléctricas de lento movimiento. En invierno, los frentes fríos o las llamadas líneas prefrontales, cuando se desplazan lentamente, también causan este tipo de fenómeno.

“Es cierto que están asociadas con una lluvia muy intensa, producto de un sistema cuasi estacionario o sistemas con lento desplazamiento, pero para que se produzca este tipo de inundación tiene que haber un pueblo, una ciudad o una localidad con drenaje ineficiente”, dice Caymares.

Tiene que haber, básicamente, un pueblo, una ciudad, o una localidad vulnerable. En La Habana existen hoy 172 zonas de inundación identificadas; de ellas 78 están ubicadas en los municipios del centro-oeste.

En mayo de 2015, el semanario Trabajadores publicó una entrevista con Javier Toledo Tápanes, delegado del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos en La Habana, para intentar responder por qué se inunda la ciudad. “Fueron lluvias muy intensas. Según los expertos es una situación extrema que ocurre una vez cada 100 años”, dice Toledo.

Toledo, sin embargo, no cita el nombre de los expertos.

Tres meses después, a inicios de septiembre, Sergio del Castillo, Jefe del Departamento de Drenaje Pluvial de la empresa Aguas de La Habana, en una asamblea extraordinaria de rendición de cuentas en el consejo popular Cerro, explica a una decena de afectados por las lluvias del 29 de abril cómo se planea construir una batería de tragantes para que el agua baje más rápido. “Esas lluvias del 29 de abril, eso solo ocurre una vez cada cien años”, asegura, y no pocos le devuelven miradas escépticas.

Le pregunto entonces a Caymares si esta afirmación es acertada. Insisto con Rubiera. Indago con Miguel Ángel Hernández. Busco las estadísticas. Reviso el diario Granma. Googleo “inundaciones súbitas en Cuba” y el buscador me devuelve 25.000 resultados.

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En junio de 1982 un auto recorre la Ocho Vías desde Santa Clara e intenta entrar a La Habana con un grupo de jóvenes estudiantes de geografía que regresan de sus prácticas laborales. “No se puede, está inundada”, les dicen. Guanabo está desconectado del resto de la ciudad, la presa de Bacuranao está aliviando, por la Carretera Central es imposible atravesar y por la Ocho Vías hay todo un mar. La Habana está inundada por el norte y por el sur.

Caymares tenía apenas veintitantos años cuando se quedó varado a la entrada de la capital.

“Los de Campo Florido estaban aislados, imagínate, cayeron 650 mm en 24 horas. La ciudad estaba partida, la presa de Bacuranao, cuando comenzó a aliviar, arrastró casas de Santa María y Boca Ciega. La playa se llenó de fango y el baño estuvo prohibido hasta el mes de agosto. La arena era tronco, lodo, piedras. Mira el tren de Campo Florido, y esa casita de ahí…”

Línea del tren de Campo Florido inundada durante las lluvias intensas de 1982 (Imagen cedida por Armando Caymares)

Al mar le tomó su tiempo, pero terminó lavando y limpiando los sedimentos.

El Centro del Clima del Instituto de Meteorología registra 56 casos de precipitaciones de más de 100 mm en 24 horas desde 1910 hasta 2013. Los entrevistados en San Felipe, en la zona del Pontón en Centro Habana, y también los de Diez de Octubre – afectados por las inundaciones súbitas del 29 de abril – recuerdan aquella de 2006.

Ese 23 de mayo, como en abril de 2015, el fenómeno meteorológico se formó súbitamente y provocó durante dos horas precipitaciones con un promedio de 120 milímetros. Siete personas murieron de acuerdo con el diario Granma. En las áreas bajas del río Quibú, el nivel del agua alcanzó los siete metros de altura. Al día siguiente, el presidente cubano Fidel Castro aparecería en la Mesa Redonda para rebatir las acusaciones de la revista Forbes que lo ubicaban entre los diez mandatarios más ricos del mundo y comentar sobre los daños y las víctimas mortales de la víspera. “Fue realmente duro ese golpe”, diría.

“Este tipo de lluvias súbitas –en tanto proceso extremo– se produce con periodos de retorno largos. Fíjate que hemos hablado de 1982, 2006, este año 2015; pero no precisamente cada 100 años”, dice Caymares. El periodo de retorno es el número medio de años para que una inundación de un determinado caudal sea igualada o excedida.

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Supongamos que es 29 de abril nuevamente. Supongamos que no va a fallar la electricidad en el Centro de Pronósticos del Instituto de Meterología. Supongamos, también, que en caso de que falle la electricidad, la planta de emergencias va a arrancar y que los expertos no se quedarán a ciegas, sin satélite, sin radar. Supongamos que esta vez Caymares podrá ver claramente la línea que amenaza La Habana con 30 minutos de antelación. Repitamos, entonces, la misma pregunta. ¿Cómo podría haberse prevenido a los habitantes con tiempo suficiente para disminuir las pérdidas materiales y evitar las muertes?

“Usted lo podría alertar –responde Rubiera– pero si los sistemas de comunicación no son lo suficientemente rápidos, entonces no se puede. Esas lluvias se formaron con 20 o 25 minutos de antelación, ¿qué sistema de comunicación le permite hacer un pronóstico y emitirlo rápidamente para que llegue a las personas? Hay que recordar que no están ni viendo televisión, ni escuchando radio”.

En el Instituto de Meteorología desarrollan experimentos locales para crear un protocolo de alerta común adaptado a la realidad cubana. El Protocolo de Alerta Común (CAP, por sus siglas en inglés) es un formato de datos basado en lenguaje XML que permite el intercambio de advertencias públicas y emergencias entre tecnologías de alerta. Este posibilita que un mensaje se difunda constante y simultáneamente sobre diferentes sistemas de alerta para diversas aplicaciones. Asimismo, aumenta la eficacia de advertencia y simplifica la tarea de activar la misma por parte de los funcionarios responsables.

José Rubiera (Foto: Elaine Díaz)

“Estamos experimentando con que salga primero en la página web nuestra. Eso no lo puede ver mucha gente. Queremos que haya algunos suscriptores, sobre todo del gobierno, la defensa civil, y que ese mensaje les llegue por correo electrónico y que llegue también a determinados usuarios. Existe un problema, el correo electrónico no todo el mundo lo está leyendo al mismo tiempo, ni todo el mundo lo está buscando en determinado momento, igual que la página web, no son muchas las personas que pueden verlo”.

Rubiera mira el teléfono con el que grabo la entrevista. “Si hubiera Internet en los teléfonos, por ejemplo, a un precio asequible, entonces esa alerta automáticamente aparece, usted ve que suena o vibra el teléfono y ahí está: lluvia intensa dentro de tantos minutos en tal lugar”.

Pero todavía pasará tiempo para que tengamos algo así. Y Rubiera lo sabe. “Por ahora, queremos explorar alguna forma de mensajes SMS que le llegue a la población de determinada área, de manera tal que eso pueda suplir la ausencia casi total de Internet en los teléfonos”.

—¿Para el caso de las alertas por SMS, han conversado algo con ETECSA?- pregunto.

—Todavía. Primero queremos tener listo el sistema, que funcione. Hemos enviado mensajes de prueba. Ahí están. Es un fichero pequeño que llega y usamos un sistema automático para que se difunda.

En abril de 2015, la telefonía móvil en Cuba superó los 3 millones de usuarios.

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Haití se ahoga tras varios días de lluvia en noviembre de 2014. Al menos 4.000 personas son desplazadas de sus viviendas y pasan a ocupar albergues temporales. Martelly visita el área, con su primer ministro Laurent Lamothe, y reparten alimentos a las víctimas. No quedan muchos árboles en pie. Pero, a diferencia de las personas, estos no fueron arrastrados por el lodo. Los talaron.

Un informe de Naciones Unidas publicado en 1995 apuntaba que el 97 por ciento de los bosques haitianos estaban dañados. Cuando llueve, las corrientes arrastran la tierra y todo lo que encuentren a su paso ante la falta de barreras naturales que detengan el avance del agua.

Toda la información anterior aparece en informes y reportes de prensa publicados en diferentes sitios web. La busco porque Caymares me alerta sobre la importancia del arbolado para “atrapar la lluvia y aumentar la capacidad de infiltración” y alude al caso de Haití, como el sitio perdido, el lugar donde la urgencia por vender la madera sobrepasa la necesidad de prevenir inundaciones urbanas. Simple y rápido: “si hay menos árboles, el suelo tiene que escurrir más agua en menor cantidad de tiempo y la infiltración se dificulta”.

La superficie plantada por árboles en La Habana ha disminuido notablemente en los últimos años hasta alcanzar apenas las 279 hectáreas. Las áreas verdes en la capital se redujeron en 6.408 miles de metros cuadrados entre 2011 y 2014 – de 34.251 m2 a 27.483 m2.

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“Va a volver a pasar”, asegura Hernández. Y va a pasar entre noviembre y abril, que debía ser una temporada seca. Cuba enfrentará un invierno lluvioso como consecuencia de El Niño, un fenómeno climático –erráticamente cíclico– relacionado con el calentamiento del Pacífico oriental ecuatorial. En sus manifestaciones más agudas, provoca estragos en la zona intertropical y ecuatorial debido a las intensas lluvias.

“Los modelos y soluciones climáticas vistos dan que va a ser un periodo invernal de lluvia”, dice y lo reitera todos los miércoles y los viernes en el programa radial Frecuencia Total. Los frentes fríos pueden venir con líneas de tormentas eléctricas fuertes –como la del 29 de abril – o pueden ocasionar inundaciones costeras. “Todos los días repito: las lluvias, las lluvias, las lluvias… dijimos primero, la seca, la seca, la seca”, y en el momento en que lo entrevisto Cuba enfrenta la peor sequía de los últimos 100 años.

“Nosotros estamos asustados, cuando revisamos los primeros modelos en febrero vimos la sequía – como efectivamente ocurrió -, o sea, que el modelo respondió bien a la sequía, y está diciendo ahora que va a haber lluvias con bastante problemas en el occidente y centro del país, aunque también llegará hasta el oriente”.

“Va a llover lo que no ha llovido en la temporada de lluvia”, sentencia.

Ese es el pronóstico.

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